lunes, 9 de mayo de 2016

Inteligencia Emocional en la Empresa


Cuando hablamos de autocontrol emocional nos estamos protegiendo de la carencia o enojo de nuestros sinceros sentimientos.
El mal humor, por ejemplo, también tiene su efecto; el enfado, la nostalgia y la desconfianza pueden llegar a ser fuentes de creatividad, voluntad y comunicación; el disgusto puede establecer una intensa fuente de motivación, especialmente cuando surge de la necesidad de corregir una injusticia;  el hecho de compartir la tristeza puede hacer que las personas se sientan más acompañas.
La exigencia nacida de la incertidumbre, siempre que no llegue a angustiarnos; puede alentar la creatividad.
También hay que decir que el autocontrol emocional no es lo mismo que la abundancia de control, es decir, el fin de todo sentimiento espontáneo que, comprensiblemente, tiene un costo físico y mental. La gente que ahoga sus sentimientos, especialmente cuando son muy negativos, eleva su ritmo cardíaco, un síntoma inequívoco de hipertensión.  Y cuando esta represión emocional adquiere carácter habitual, puede llegar a bloquear el funcionamiento del pensamiento, descomponer las funciones intelectuales y dificultar la interacción equilibrada con nuestros semejantes.
 
Por el contrario, la capacidad emocional implica que tenemos la posibilidad de optar cómo decir nuestros sentimientos.

Daniel Goleman
Libro Inteligencia Emocional en la Empresa

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